La Comisión Interinstitucional para el Desarrollo de la Calidad de la Atención Médica (CIDCAM) considera que disminuir la tasa de error médico (EM) es fundamental para la seguridad del paciente y parte de la calidad de la atención médica.
Una de las causas a tener en cuenta en los resultados o calidad de la atención de la salud está relacionada con el error médico (EM), por lo que hoy en día constituye un problema de gran preocupación y resulta de interés para todos los que brindan servicios de salud.
El tema en cuestión es inagotable, complejo, polémico y difícil de estudiar; por estas y otras razones determina cierto rechazo para su abordaje y además por su desconocimiento, ya que como se señala en un estudio realizado, sólo el 30% de los profesionales encuestados respondieron satisfactoriamente sobre la ética y el EM:
Algunos autores plantean que el EM es el mas importante factor causal de eventos adversos o consecuencias indeseadas del proceso de atención médica, muy por encima de la mala praxis (MP) o las condiciones del paciente, por que requiere una mayor vigilancia.
El problema del EM no es nuevo, sus antecedentes se pierden en la historia:
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En el mundo antiguo se utilizó la frase Primun Non Nocere, como forma concreta de expresar el necesario humanismo de la atención médica y que señalaba la necesidad de evitar los malos procedimientos en aquel entonces. En estados como Egipto y la India existían funcionarios que observaban el cumplimiento de las normas establecidas.
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En Babilonia, Mesopotamia, 1750 años A. C., con el reinado de Hamurabi, en el código de leyes se regulaba el trabajo médico y se castigaba severamente los malos resultados de un tratamiento u operación, según el nivel social del enfermo.
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El juramento Hipocrático, estableció las bases para la ética y conducta médica, cuyo fin era mejorar su práctica y sus resultados, postulados que están vigentes en la actualidad.
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En el siglo XIII de nuestra era, la primera escuela de medicina del mundo en Salerno, Italia, establecía regulaciones del trabajo médico que contenían elementos de auditoría.
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F. Nightingale, durante la guerra de Crimea, planteó que las leyes de la enfermedad podían modificarse si se relacionaban los resultados con el tratamiento.
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Abraham Flexner, en 1910, en su informe al Congreso de Estados Unidos de Norteamérica puso al desnudo la pobre calidad de los servicios hospitalarios y de la docencia, que obligaron a mejorar la atención médica, lo que motivó el comienzo del control de calidad moderno.
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En la década del sesenta, en los Estado Unidos, resurgió la preocupación en cuanto a la alta frecuencia en que los enfermos hospitalizados eran maltratados, lesionados o dañados.
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En la década del noventa se puso mayor atención y dedicación sobre el EM y especialmente en 1999 con el estudio que presentó el Instituto de Medicina al gobierno estadounidense donde se sacó a la luz nuevamente los malos resultados de la atención médica en los hospitales causada específicamente por el EM.
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Actualmente la Organización Mundial de la Salud (OMS) desarrolla una metodología para el estudio de los eventos adversos, la seguridad del paciente y los errores de la atención.
Hasta hace solamente algunos años, en nuestro país la medicina era considerada un sacerdocio; el profesional ocupaba un lugar privilegiado en la sociedad y era poseedor de un status envidiable.
La mayoría de ellos era miembro de familias de buena posición social que por otra parte, eran las que tenían acceso a la educación superior; contribuía también, el hecho de que existía una reducida cantidad de médicos comparado con la cifra actual.
El positivismo que se había difundido en nuestras tierras (en el siglo XIX y 1a. mitad del XX) había enseñado la naturaleza irrecusable de la verdad científica, y el médico era uno de los representantes de esa verdad.
El paciente, por su parte, depositaba toda su confianza en el profesional; éste era el “médico de la familia”, tenía una presencia propia, acompañaba durante largos años a la familia en la enfermedad y a veces también en la salud.
Consecuentemente, el médico tenía un contacto íntimo con su paciente, era respetado y querido. Su conocimiento del enfermo era bastante completo, alcanzando aspectos humanos y sociales.
Con ese tipo de relación también contribuía el estado de la ciencia médica hasta la finalización de la II Guerra Mundial, época en la cual eran menos las “verdades” aceptadas que habían sido científicamente verificadas. Y si era restringido el campo de las verificaciones para el médico, mucho mas lo era para el paciente, quién antes tenía poco acceso a dichos datos cualquiera fuese su grado de escolaridad.
Congruentemente, la mayoría de los daños vinculados de algún modo a un acto médico, eran atribuidos a la fatalidad, al destino, a lo imprevisible. Casi nada obligaba al médico, su voluntad era autónoma, no sólo en cuanto a la práctica concreta donde no había restricciones, sino también en lo que respecta a la elección de los pacientes donde también era libre.
Muy pocos veían en la praxis un contrato que los obligara jurídicamente con el enfermo. El profesional tenía una configuración psíquica que lo perfilaba como un hombre seguro de sí mismo, apuntalado por su educación y posición social elevada, por un principio de autoridad emanado del título universitario que era incuestionable, y por un manejo muy amplio de la decisión sobre el enfermo.
El ejercicio profesional, era el de una profesión liberal casi irrestricta, lo que generaba el concepto de la medicina como “ciencia arte”. En realidad, se trataba de brindar un encuadre teórico a la libertad en la curación de los enfermos, puesto que la medicina hacía tiempo que había dejado de ser considerada solo un arte.
Siempre se ha dicho que la institución que atiende la salud, independientemente de su imprescindible necesidad y grandes ventajas, resulta un medio donde los que reciben sus servicios están expuestos a múltiples riesgos, accidentes y consecuencias adversas.
No cabe duda la importancia que adquiere el diagnóstico precoz y la prevención oportuna del EM, para lo cual hay que desmitificar y esclarecer el verdadero significado de este concepto.
Autor: Dr. Héctor Emilio Ralli
Secretario de la CIDCAM